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Ya llevo casi 5 años tecleando en este pequeño tramo de la carretera virtual y es la primera ocasión que le he dado seguimiento en tres ocasiones a un mismo tema. Tal vez dirán «ya, chale con lo mismo», pero es indiscutible que el tema vuelva a mi mente. ¿Qué hago? Aun hay personas que me lo siguen preguntando. Es difícil andar por la vida con un cartel en el cuello o una etiqueta en la frente (además de lo molesto que debe ser) y ya se va terminando mi segunda temporada en algo que no creí que pudiera durar tanto y aclaro que no porque no me gustara, sino porque no me imaginaba más allá.

El año anterior el reto fue la comunicación. ¿Cómo te entiendes con alguien si ni siquiera hablas el mismo idioma? A base de mucho esfuerzo, de muchas horas dedicadas y algunas partidas de Peggle en mi computadora, pude dar unos pequeños pasos. No digo que haya cambiado la vida de muchas personas, porque la verdad es que no logré hacer clic con muchos niños ni con los profesores. Tal vez uno o dos, que recientemente me enteré que siguieron estudiando. Y eso, ya es una alegría para mí.

Recuerdo mi pequeño pueblito de San Román, Chemax y me siento un completo malagradecido porque ya casi un año después, no he regresado. No es que no los quiera ver, al contrario, cada semana estoy pensando escaparme y ver como han cambiado las cosas. Si ya por fin tienen carretera (en Campamento Hidalgo finalmente ya hay luz), cuántos niños decidieron estudiar y qué tanto han crecido los canijos desde la última vez que los vi. Esas tardes platicando con los niños y jugando con ellos…parecen tan lejanas y que otra persona me las ha contado y adopté como uno de mis recuerdos.

Ahora estoy en dos escuelas totalmente diferentes.

Al terminar el curso pasado, me di cuenta de varios errores que tuve y pensé que si trabajara en una escuela cercana a mí, podría enmendar varias de mis fallas. Que todo sería más fácil. Y no, no lo es.

Llegas a una escuela donde ya hay una forma de trabajo establecida y ves que muchos se están esforzando y la participación de los niños y te quedas nada más con tu expresión de «wow». Claro, no con todos los profes pasa lo mismo y muchos papás a regañadientes ayudando en la escuela, pero es importante que alguien ya les haya hecho ver que para que la escuela prospere, todos tienen que ayudar. Llegué y pensé que no había cupo para mí, me sentía piojoso y sin mucho que aportar. Pero el show debe continuar.

Me encantó la forma en la que los niños se acercaban a contarme sus problemas, sus inquietudes, a saber sobre mi vida, porque claro, debería ser algo recíproco. No vas nada más a verles la cara, en el proceso, hasta haces nuevos amigos, de muy pequeña estatura.

Me quito de ahí con una sonrisa, muy contento del tiempo que paso allá. Si, tengo que madrugar para llegar a las 7 am, pero eso me viene valiendo un sorbete cuando me doy cuenta de que hay caras contentas y que en verdad están aprovechando el poco tiempo que estoy allá.

Pero no todo ha salido bien. Uno quisiera que en todas las escuelas haya la misma disposición por parte de los estudiantes o el apoyo de los profesores, pero no siempre es así. Mi otra escuela es prueba de ello. Y no digo que todo sea culpa de los profesores (aunque si tienen una parte de culpa, creo que hasta yo). Una comunidad fracturada. Donde si no es apoyo monetario, no les importa. Cada día me asusto más por las cosas que escucho y que afortunadamente no me ha tocado ver. Maltrato intrafamiliar, alcoholismo, prostitución, drogadicción, violaciones. Sólo en mi primer semana ya había un muchacho con un brazo roto. Y lo último fue un taxista asaltado, estropeado y violado por muchachos de 16 y 17 años.

Es difícil estar y no darse cuenta de las problemáticas que aquejan a los estudiantes, tan desmotivados para continuar estudiando y creyendo que cargando cajas y recogiendo basura, ya la hicieron. Al fin y al cabo, siempre tendrán hijos para que los bequen y reciban dinero por ellos. ¡Qué pensamiento tan mediocre! Y cuando te das cuenta que esa es su situación, ese es su día a día, comprendes muchas cosas. Niños que tienen miedo a dormir porque el papá podrá llegar y por que se le antoja, estropearse a su hijo. Me he enterado de tantas cosas que muchas veces se te hacen muy difíciles de digerir y de tener discreción.

Mi primera pregunta es ¿y las autoridades? ¿por qué alguien no ha hecho algo antes? Eso es a lo que se han acostumbrado, lo que ellos creen que es vida, no digo que sean todos, pero sí una parte significativa. Mi avance ha sido menor, pero me he enfocado en un grupo. Les he mostrado algunas pequeñas herramientas que les podrían servir en el futuro y vaya que llegan motivados a la escuela.

Y ya por fin se acerca el fin del curso, lo que probablemente traiga el final de un ciclo. No sé que será de mí para los próximos meses, aunque tengo unos pequeños proyectos que desarrollar y muy probablemente comunidades por volver a visitar.

Nos leemos pronto.

P.D. Si quieren leer la parte uno y dos, pueden visitarlas en los siguientes links:

Parte 1:https://jaimemartin.wordpress.com/2011/03/29/la-vida-de-un-tutor-en-comunidad-parte-1/

Parte 2: https://jaimemartin.wordpress.com/2011/06/01/la-vida-de-un-tutor-en-comunidad-parte-2/

 

Siguiente (Parte II)

Publicado: septiembre 9, 2011 en Jgmv
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Repasas esos momentos previos a cuando obtuviste aquellos trabajos de los que ya comentaste y te das cuenta que te mal acostumbraron a que llegabas con el sí en la bolsa y sólo te decían “tal día comienzas”. Pero no todo es así y ahora enfrentas lo que para ti es tu primer gran prueba: una clase muestra.

El día anterior te preguntabas qué enseñar, tomando en cuenta que sólo tendrás 10 minutos y ya. ¿Física cuántica? ¿o Falta de sentido común? Y bingo, das con el tema. Te presentas ante los sínodos y lo primero que te dicen es que puedes usar el equipo para proyectar si es que lo haces proyectar. Ok, aquí comienza la prueba. Uno, dos y tres intentos y listo, lo habías hecho bien desde el segundo, pero tu desesperación hizo que fallara y ya perdiste 1 minuto.

Te presentas y les preguntas el nombre a los sínodos/alumnos. Apenas haces esto y ellos ya escriben cosas sobre ti. Empiezas con el tema: “Respirar” (sabes que para lo que quieres enseñar, es un tema básico) y primera interrupción. “No es por ser grosero, pero creo que ese tema ya lo saben los que estudiarán aquí”. Miras a las tres personas y por un momento te sientes grande. “Creo que para poder hacer otras cosas, primero hay que saber esto, no todos lo saben hacer bien, aunque sean grandes (N. del E. obvio que el tema no fue este, pero estoy encubriendo algunas cosas, ejem, no estoy diciendo que todo esto me haya ocurrido a mí…pero…amm…ya no les interrumpo y continúan con su lectura, no les hago perder su tiempo). Al parecer tu respuesta fue satisfactoria y te dejan continuar.

Ves la cara de aburrido de uno de ellos y le haces una pregunta. Te contestan. Sigues y ahora ellos te hacen una pregunta del tema en forma de venganza. Das una respuesta algo tonta, pero al parecer la libraste. Sigues y te piden que lo dejes para otra ocasión, que la noche es muy corta y tenemos que andar…perdón, me desvíe, es que apenas estamos entrando a Septiembre y en los aparadores de las tiendas ya están las cosas de Diciembre…otro tema para después…

Siguen las preguntas, pero ya más específicas. Más dignas de un depredador. Y tú eres la presa indefensa en este momento. Y el tiempo se acabó. Sales y ya no estás seguro si hiciste bien las cosas. Te sientas y platicas sobre lo ocurrido, te das cuenta que no sólo a ti le sucedieron esas cosas y que olvidaste tu mochila y tus materiales en el salón anterior. Con eso crees que ya son puntos menos al abrir la puerta.

Ha pasado una hora desde que abriste el umbral hacia aquel lugar. Y ya no quieres volver a pasarlo. Tienes algo de miedo de lo que vendrá, gracias a lo que ocurrió en estos últimos instantes. Y te llaman para la tercera y última prueba.

Parece que parte de la prueba es esperar un poco más y ver como los demás se desesperan, hasta los mismos que hacen la prueba en ese instante, que es tal el grado de nerviosismo que se desesperan y no buscan las soluciones a las cosas más sencillas. Pero un momento. Algo peor está sucediendo en ese instante. No lo puedes creer. No pensabas que este momento llegaría tan temprano. Te estás haciendo pipí. Y no sólo eso. Tu estómago comienza a hacer ruidos, tienes hambre.

Todo parece comestible en ese instante. Bultos, algo de fibra. Compañeros del examen…canibalismo. Lluvia…bebidas refrescantes. Buscas algo con que calmar la solitaria y rasgas tus vestiduras hasta encontrar el último chicle. Quien sabe cuánto tiempo llevará allá y si era tuyo. Pero sabes que eso sólo te dará más hambre. Pero a quién le importa, peor es nada. Haces algunos llamados para evitar recordar en donde te encuentras y lo que sigue y al fin, después de dos horas y media, es tu turno. No recuerdas cómo se hacían las cosas, porque a decir verdad, estás algo oxidado de todo eso. Intentas tocar un botón, pero sabes que ese no es el correcto. Miras a la persona que te aplica la prueba, para ver si mueve la cabeza en señal de “sí” o “no” y sólo te imagina que esa persona estará pensando “yo aquí perdiendo mi tiempo con éstas personas, sabía que no debía dedicarme a esto, pero bueno, a ver si puedo contar esto después a los demás y reírme un poco”.

Poco a poco te vas desenvolviendo un poco más. Pasas a la siguiente prueba y a pesar de que las cosas ya no son como las conocías, aún puedes hacer algo al respecto y bromear con el instructor por tu desactualización. Dos pruebas más y listo. No fue tan difícil después de todo. Te despides, mirando fijamente al teléfono para ver si te llaman para decirte “estás dentro” o “Out”, pero es tan pronto. Y lo único que quieres es que se acabe ese tormento que comenzó casi cinco horas atrás.

Te dicen “nosotros te llamaremos”. Y piensas que así se sentirá una persona despechada después de un revolcón “yo te llamo luego para que probablemente salgamos”.

Afuera, el cielo está nublado, los truenos se escuchan no muy lejanos y las personas van corriendo. Las primeras gotas comienzan a caer, cual cliché peliculero, pero eso no significa que algo malo esté ocurriendo ¿o sí? El tiempo no se ha detenido para ti. Y tú tampoco detuviste el tiempo. Pero te das cuenta que no importa lo que suceda, tú eres dueño de tu propio destino, nadie más reparará lo que deshagas o hagas y bien o mal, todo es parte del camino a la victoria. Quedar o no quedar, es parte de ello e independientemente de lo que suceda, te has esforzado para mostrarte como eres, tomando en cuenta que tus carencias las puedes solventar con preparación continúa y con muchas ganas para avanzar.

Después de todo, siempre hay un mañana.

Te das cuenta que faltan pocos minutos para la hora pactada, y sabes que no quieres causar mal impresión por llegar tarde…pero tampoco por llegar con toda la ropa mojada, así que le pides a todos los dioses de los camioneros que no toquen semáforos en rojo y que en todos los letreros de “Alto” no haya alguien a quien chocar.

Al llegar, lo primero es ver el recuento de los daños. Un poco de agua en el cabello, mirada al espejo y mantra de convencimiento. Ejem, con sólo pedir que la lengua no se trabe, es suficiente. Caminas hacia el destino final (que nada tiene que ver con la franquicia de películas de horror… ¿o sí?), abres la puerta y observas que no eres el único que leyó el anuncio colgado en Internet, el cual puede ser visto por más 500,000 personas ociosas. Y pueden ser mucho más. Lo tomas con calma y miras alrededor. Cara conocida, cara conocida, cara conocida. Demonios, la competencia es canija.

Llega una persona que dice “síganme, vamos al piso de arriba”. Para romper el hielo dices “recomendaría que si alguien les ofrece agua, no la tomen, podría estar envenenada”, ríes nerviosamente y piensas que los demás sólo dicen “bueno, el chistosito es un rival menos”.

Todos sentados en una cómoda sala, que después de unos minutos parecen ser rocas, o un nido para aves de gran tamaño, y efectivamente, tú eres el alimento. Un poco de clima, que normalmente sería agradable, pero que gracias a las circunstancias, te imaginas una nueva era glaciar. Tratas de hacer conversación con el vecino “Uff, ¿sí que está tardando, no?” (como siempre, una forma de romper el hielo, criticar a alguien conocido). Notas caras primerizas. Sip, de esa forma te verías en este momento. Y comienzan las pláticas sobre experiencia profesional: “sí, yo trabajo en una empresa dedicada a tal cosa”, “yo hago esto en este lugar”, “yo he estado aquí, aquí, aquí…ahhh y aquí también”. Rayos, podrá haber sido sólo servir cafés en un Oxxo (donde por cierto no contratan a alguien para que lo haga, es autoservicio, dooohhh), pero en ese momento todos son astronautas, científicos ganadores de un premio nobel, o hasta Superman…bueno, Batman, Superman no es tan cool, esa ropa interior exterior ya está muy entrada en años.

Y comienza la acción. Llaman a la primera persona. 1 minuto. Dos minutos. 5 minutos. No sabes ni a quien mirar, ni de qué hablar. Curiosamente, todos eluden el tema de los sueldos, porqué, no lo sabes, pero hasta tú lo haces. 10 minutos. Miras tu reloj, celular, o instrumento primitivo que utilices para medir la hora. Sale la primera persona y se va a la siguiente parte de la entrevista. Sólo quieres pasar porque sientes que mientras más tiempo pase, la masacre será mayor. Llaman a otro y te quedas sentado un rato más. Platicas sobre otro tema trivial para matar el tiempo. Y listo, ya han pasado otros 10 minutos, y adivina qué: tú sigues.

Pero un momento, tu nombre está mal escrito. ¿Será bueno, o malo? Bueno, en el sentido de que si la cagas al hablar, será otra persona a la que critiquen. Malo, porque…pues si obtienes el trabajo, ¿a quién se lo darán? Así que haces evidente el error de escritura y piensas: ¿habrá sido bueno que ni me hayan contratado y ya les esté diciendo que hacen mal las cosas? Oh, oh, puede ser una mala señal. Abres la puerta y cuatro personitas ya están mirándote, escaneándote cual potente escáner y lanzando la primera pregunta a quemarropa. ¿Cuéntanos de ti? ¿Qué dirás? Una pregunta tan sencilla, parece digna de un examen de titulación. ¿Decir mucho o decir poco? ¿Qué tanto es mucho o poco? Todo es crisis existencial en este momento y sólo es el inicio. “¿Qué tanto quiere que le cuente?” Y otra persona salva el día “¿Qué tal si nos hablas de lo último que hiciste?”. “Comí un pan tostado, me bañé y vine para aquí”. Hay, baboso, no de eso, laboralmente hablando. Y comienzas a contar lo que para ti es una travesía, como si un anciano lo contara a un grupo de niños, buscando que al final ellos digan “wow”. Pero no es así y las preguntas continúan. Un disparo, dos disparos, tres disparos. En este momento es una ráfaga de preguntas y contestas. Bam, bam, bam!!!

Silencio.

Silencio.

Risas.

¿?

Risas???

Repasas lo que dijiste los últimos 5 minutos y hasta este momento la libraste. O eso crees. Ves que las preguntas no son nada del otro mundo y respiras con tranquilidad. Les haces ver que cualquier decisión que tomen será la correcta, porque conoces a la mayor parte de las personas que se encuentran al otro lado del edificio. Y continúan las cuestiones. Es casi como ir a hacer pipí después de tomar dos litros de agua y recorrer cuatro kilómetros de monte para llegar al baño (de haber estado en calma, te habrías dado cuenta que en cualquiera de esos cuatro kilómetros pudiste hacer pipí, por eso hay que estar tranquilos).

Listo. Sales del cuarto contento de no haber cantinfleado mucho y comentándoles a los más nerviosos, que no tienen de qué preocuparse. Todos somos mortales. Todos la cagamos de vez en cuando y al final, son sólo pequeños baches en nuestro camino a la victoria.

Siguiente prueba. En otra ocasión. Continuará…

Mordernos la lengua. Sómos expertos en eso. Pero como dice Morgan Freeman en el papel de Nelson Mandela «Si no puedo cambiar cuando las circunstancias lo exigen ¿Cómo puedo esperar que otros lo hagan?». Y digo esto porque contrario al 60% de los estudiantes de comunicación social, yo no quería relacionarme en la parte de desarrollo comunitario, oía y leía eso y decía «jamás», pero a casi un año de estar trabajando en este campo, debo aceptar que me ha agradado morderme la lengua.

Hace unas semanas platicando con mi primo, me decía que le gustaría hacer lo que yo hago. «Estar detrás de un escritorio no es un trabajo, hay que estar con la gente», recuerdo que eso fue lo que me dijo. Pero no es nada más ir y ver en qué podemos ayudar, detrás de eso hay reuniones, gritos, tazas de cafés, comidas, horas frente a internet, libros y consultas a cuantos podamos. Hay que tomar en cuenta que se está formando parte de un proyecto autogestivo y por consiguiente no podemos llegar a despedazar el imaginario de la gente y hacerles notar los mil y un errores que podrían cometer. Hay prácticas que por más raras que nos parezcan, para ellos es normal, lo socialmente aceptado en su contexto.

No es algo fácil porque para poder llegar con la gente primero hay que demostrar que eres de confiar y que no nada más llegas a quitarles sus conocimientos para jamás regresar. No juega con los sentimientos de las personas ni mucho menos es aprovecharse de su posición. Si no nos damos cuenta de ello desde el momento en que estamos pensando lo que queremos hacer, entonces estamos jodidos.

Lo primero que tenemos que hacer es pensar para quién estamos trabajando. Y es obvio que no es para nosotros. Al final del día esto nos puede traer una satisfacción personal enorme, pero no allá termina todo. Trabajamos para las personas. Y esto no se aplica sólo para desarrollo comunitario. Esto es algo que deberían tener tatuadas todas las personas independientemente del rubro en el que se encuentren desempeñando sus labores.

Luego, con esto en cuenta, otra cosa que tenemos que tener pendientes es qué queremos hacer. Qué bonito es hacer actividades con las personas porqué además sirven de entretenimiento pero hay que tener un propósito para ello. No es jugar por jugar. Si a esto lo ligamos con un propósito, ya alcanzamos un objetivo más, al fin y al cabo el beneficio será para la gente.

Nosotros nos debemos acoplar al entorno, no el entorno a nosotros. Si no hay electricidad, si en la localidad no hay tiendas y mucho menos servicios de telefonía, eso es lo de menos. Podemos ir preparados para anticipar algunas de estas cosas como llevar una despensa o tener listas algunas cartulinas o algo se nos vendrá a la mente para suplir las computadoras. Estar comunicados es una parte muy importante y mejor tener una buena comunicación con la gente con la que trabajas y si no hay señal de celular, pues olvidarla, si no es indispensable para la realización de las actividades, entonces mejor apagamos el celular, después nos ponemos al tanto de lo que sucedió en nuestra ausencia (la última vez que salí murió Saramago y Monsivais…algo que no afectaba mi rendimiento ni mucho menos la realización de los talleres).

Me di cuenta que muchas de las cosas que realizamos no las aprendemos en la escuela, jamás lo enseñarán en las aulas y por ello debemos ser como una esponja ante los consejos de las personas que tienen mayor experiencia en estas actividades.

Y algo muy pero muy importante que tenemos que hacer es pensar si es lo que queremos hacer, reconocer que podremos enfrentarnos a carencias terribles y en ocasiones a un ambiente muy diferente al de nuestra zona de confort y ante esto que nuestras piernitas no tiemblen, al contrario, darnos cuenta que no todo está bajo control y que algo podría salir mal, pero no por ello arrojaremos la toalla. La verdad es que sí, cuando te enteras que están preguntando sobre tu regreso, una sonrisita se dibujará en tu cara y lo menos que podemos hacer es continuar.

Una buena forma para no perder el nombre

Erick y Yunior...mis niños!!!

También debo aceptar que no quería acercarme mucho a estos canijos por temor a quererlos. Para mi siguiente visita hasta balones de futbol quería llevarles, pero me lo prohibieron, por una buena razón, si les llevaba uno a ellos, tenía que llevarles algo también a los otros 14 niños de esa comunidad. Buen punto, jejeje.

Hace un año, todavía pertenecía al staff de Reflejo Universitario. Era camarógrafo (después edité y disque produje un programa). En una de tantas salidas (en ese entonces estaba en el departamento de prensa de la UADY) fuimos a una conferencia de un tal Ariosto (no recuerdo el apellido). El decía que muchos muchachos piensan en limpiar las playas, unirse a grupos, buscar trabajar para comprarse cosas y que no se dan cuenta de dos cosillas: uno, que primero deberían ayudar en los quehaceres del hogar y dos, que primero deberían limpiar su cuarto. El no decía no entender nuestra irresponsabilidad por descuidar nuestro hogar, nuestro cuarto, cuando parte de lo que nos identifica, está en esa pieza de la casa. Supuestamente se puede describir a una persona con las cosas que hay en su habitación.

Después de pasar año y medio en UADY TV, de estudiar cuatro años de licenciatura, tres de prepa, otros tres de secundaria, seis de primaria y dos de kinder, ahora me encuentro en un receso laboral (o como se dice vulgarmente «estoy desempleado») y sí, es porque quise. Creo que me encuentro en una posición en la que puedo decidir qué hacer o qué no hacer, mi hora para despertar, para dormir, para salir o no salir, etc. No tengo presión alguna para trabajar, pero sí quisiera seguir estudiando, aunque en este momento es un poco complicado.

Desde hace una semana decidí sacar cosas de mi cuarto. ¿Para qué quiero una rebobinadora en forma de carro que compré hace más de 10 años cuando ahora uso puros dvds? ¿Es necesario guardar mis calificaciones de la secundaria o la primer tarjeta que otorgaba cinépolis cuando llegó a Mérida? Sí eso y muchas cosas más encontré entre todas mis porquerías. Algunas me provocaban una nostalgia enorme y otras me daban mucha risa (como algunas calificaciones de 3.5 de la prepa, algunos recibos de pago por examenes extraordinario que no son necesarios que vean mis sobrinos, o demás amigos…mejor vean cuando llegue el título de lic). Como tres o cuatro kilos de recuerdos están en bolsas y lo peor del caso es que los cajones tenían hasta huevecillos de iguano (y aplasté uno…y vi sus ojitos), me sorprende que todas esas alimañas que vivían escondidas en los rincones y kilos de polvo no hayan organizado un comité para controlar a los humanos. Qué terrible se encuentra todo esto.

Pero bueno, ahora a terminar de limpiar mi cuarto y luego, veremos que sigue.